Nicaragua, una revolución singular. Artículo de Orlando Núñez Soto

Nicaragua, una revolución singular

Orlando Núñez Soto

En la última sesión del Foro de Sao Paulo, celebrada en junio pasado en San Salvador, y donde participaron más de 100 delegados de las organizaciones de izquierda latinoamericana, apareció un tema de tratamiento obligatorio, referido a los reveses políticos que se aprecia en las organizaciones políticas de izquierda. Yo fui invitado a realizar la presentación que año con año se le solicita a intelectuales o líderes políticos latinoamericanos, esta vez correspondiendo a mi último libro El Metabolismo del Mercado, que trata de la pérdida del poder en los países socialistas durante el siglo XX, a manos del mercado. Asimismo fui delegado por el FSLN para representar las posiciones de la revolución sandinista, que en Amé- rica Latina empiezan a denominar la revolución nicaragüense, como se hace con la revolución francesa, la revolución rusa y la revolución cubana, a medida que la mayor parte de la población va asumiendo sus postulados, como el patriotismo sandinista, la economía mixta, el pluralismo político y el no alineamiento. Por razones obvias, la agenda giró alrededor de las causas que están llevando a algunos gobiernos de izquierda a perder espacios políticos ganados en elecciones parlamentarias y presidenciales, incluyendo gubernaturas y ayuntamientos.

A tal fenómeno se agrega la defenestración de algunos líderes de izquierda, aún en el gobierno, a manos de sus parlamentos y aparatos judiciales, cuando no de golpes de Estado perpetrados militarmente. Situación a la cual habría que agregar el hostigamiento permanente que la clase política imperial mantiene con la gobernabilidad de los gobiernos de izquierda. Desde hace un par de décadas, la destitución de presidentes, vicepresidentes o miembros de los otros poderes, algunas veces en funciones, otras veces después de haber perdido la presidencia o su representación parlamentaria, también alcanza a políticos de derecha.

Las acusaciones van desde el enjuiciamiento a antiguos dictadores militares por crímenes de lesa humanidad, como a funcionarios recientes acusados por actos de corrupción o malversación de fondos públicos, sobornos o enriquecimiento ilí- cito. En este último sentido, son paradigmáticos los casos de las dictaduras militares del llamado Cono Sur (Chile, Argentina, Brasil) que fungieron en décadas anteriores, así como los casos más recientes de Guatemala, Panamá, El Salvador y hasta de la democrática Costa Rica, en Centroamérica. Sin embargo, el acento de las discusiones estuvo marcado por los reveses políticos de las organizaciones de izquierda en Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador. Dado que muchas de las defenestraciones a izquierda y derecha aducen actos de corrupción de los líderes, la respuesta más tentadora era que estábamos asistiendo a una «limpieza ética» encabezada por el gobierno de Estados Unidos y sustentada por los medios de comunicación al servicio del sistema imperante. Sin embargo, tal hipótesis, aunque puede ilustrarse con algunos casos, a un lado y otro del espectro político, no convencía lo suficiente por múltiples razones, sin que ello quiera decir que el Foro de Sao Paulo se mostrara complaciente ante la corrupción administrativa, sino todo lo contrario, pues hubo una condena de la corrupción venga de donde venga. Había pues que realizar una previa clasificación de los casos, diferenciando lo que son:

  1. a) Derrotas electorales (incluyendo referéndum), como en Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil y Colombia.
  2. b) Golpes de Estado militar a presidentes constitucionalmente electos, como en el caso de Honduras,
  3. c) Defenestraciones a presidentes por la vía parlamentaria o por la vía judicial, como Paraguay y Brasil. La excepción nicaragüense Huelga decir que junto a las inquietudes por los reveses políticos de la izquierda latinoamericana, salta a la vista la excepcionalidad del caso nicaragüense, a pesar de ser una organización cuyo líder principal lleva mucho más años en la vida pública que el resto de los líderes de América Latina (37 años), encabezando, en la oposición o en el gobierno, una organización política de izquierda.

Efectivamente, el actual presidente de Nicaragua, lleva dos períodos electorales ganando elecciones desde el seno de una coalición (Unida Nicaragua Triunfa), encabezado por el Frente Sandinista, y se avizora un tercer triunfo mucho mayor en las próximas elecciones de noviembre próximo, según las encuestas nacionales y extranjeras. Esto no quiere decir que la izquierda nicaragüense no haya tenido reveses en su historia, sin embargo, no es el caso del momento actual, salvo en lo que se refiere al hostigamiento del gobierno norteamericano. Nos corresponde a nosotros opinar por qué en Nicaragua más bien crece el apoyo de la población al Frente Sandinista, al presidente Ortega o al modelo de desarrollo implementado por el gobierno sandinista.

Pues bien, en este artículo pretendo realizar un ejercicio que permita señalar las razones que pueden esgrimirse para despejar aquella interrogante; sin ser concluyente y aspirando apenas a instalar un debate sobre un asunto tan importante como analizar las experiencias en marcha del acontecer político latinoamericano. Antes que todo, hay que decir que en política, igual que pasa en economía, la tendencia no siempre marcha en forma progresiva, sino que la misma se enmarca en ciclos que registran alzas y bajas en el derrotero de cualquier proyecto en disputa, antes de que se asienten los cambios definitivos. Así fue durante los movimientos independentistas frente a España, con victorias y reveses para cada uno de los contendientes; en otros momentos se trató de victorias y reveses en las filas de los liberales o conservadores que se disputaban la herencia colonial; hoy se trata de las victorias y reveses de lo que se ha dado en llamar la segunda independencia, esta vez frente a la política exterior del gobierno de Estados Unidos, donde se alinean proyectos que luchan por mantener el orden establecido versus proyectos antiimperialistas que luchan por la soberanía nacional y el desarrollo auto-centrado, incluyendo la orientación hacia el socialismo.

Es recomendable en todo caso no limitar el análisis al momento de la coyuntura, sino precederlo de algunos antecedentes o variables históricas que nos permitan tomar cierta distancia de los acontecimientos inmediatos y saber en qué situación nos encontramos según las tendencias o direccionalidad del derrotero histórico. Como lo he dicho en otros escritos, parto del recorrido de una larga marcha de América Latina por su soberanía, el desarrollo auto-centrado, la inclusión política y económica de los sectores marginados del sistema imperante; una marcha que cabalga a caballo entre la democracia y la justicia social y que hasta ahora avizora un recorrido o itinerario en tres fases, a saber:

  1. a) La lucha libertaria y democrática contra las dictaduras militares y contra el injerencismo del gobierno norteamericano; fase que tuvo su mejor desempeño a finales del siglo XX, desterrando aquellas dictaduras, asediadas por múltiples movimientos de liberación nacional, aunque en política nada puede aceptarse como irreversible;
  2. b) La lucha por la hegemonía a través de la disputa legal de la opinión pública, donde participan por primera vez en forma legal y más o menos legitimada las organizaciones de izquierda, nacionalista, antiimperialista y de orientación socialista; fase en la cual nos encontramos actualmente con avances y reveses para ambos contendientes,
  3. c) La lucha por el empoderamiento económico de lo que yo llamo la economía popular, tomándose tramos importantes de la actividad productiva, el crédito, el comercio, el transporte, el procesamiento y hasta las exportaciones o la disponibilidad de las divisas. Algunos antecedentes Veamos a continuación los antecedentes que muestran y sintetizan tanto el recorrido de la revolución mundial, la revolución latinoamericana y, particularmente, la revolución nicaragüense. Aunque las reseñas políticas son de sobra conocidas, esta vez se trata de enfatizar en los ciclos alrededor de los cuales discurre la lucha entre la soberanía latinoamericana y los intereses del imperio estadounidense.

Asimismo, nos proponemos, sobre todo en el caso de Nicaragua, revolución que ha pasado por todos los altibajos, inferir las lecciones que cual insumos puedan servir para el posicionamiento de una larga marcha todavía por recorrer, exponiendo en esta ocasión la singularidad de este proceso, pero a la luz del acontecer latinoamericano. Un revés es la pérdida parcial de terreno, frente a un adversario, en el campo de la lucha militar, política o ideológica. Aquí nos vamos a remitir a la lucha por la hegemonía, es decir, por la opinión pública, alrededor del mayor o menor apoyo a un discurso u opción social, pero sobre todo alrededor del control de las instituciones públicas y privadas. En última instancia se trata de la lucha por la hegemonía y como sabemos que no existe hegemonía sin alianzas, la argumentación recaerá sobre las alianzas del Frente Sandinista, como uno de sus principales atributos para disputar la hegemonía.

Durante el siglo XX, el colonialismo, el imperialismo y el capitalismo, parecían tener sus días contados. Desde la revolución mexicana de 1910 y la revolución socialista rusa de 1917, hasta los movimientos anticolonialista de Liberación Nacional, posteriores a la segunda guerra mundial, el mundo entero parecía orientarse hacia una alternativa de orientación nacionalista, socialdemócrata, anticolonialista, antimperialista y, últimamente, anti-neoliberal. El común denominador de todos estos movimientos se asentaba en un sector público en ascenso, el que pugnaba por sobrepasar al sector privado en el control del Producto Interno Bruto (PIB), alcanzando niveles superiores al 50%; sobrepasando el 70% en algunos países.

Todo parecía cuestión de tiempo para que el planeta entero se convirtiera en un mundo socialista, siguiendo las consignas de la revolución francesa de libertad, igualdad y solidaridad, así como las huellas de la justicia social del mundo comunista encabezado por la Unión Soviética. La única disputa parecía ser la orientación, dictatorial o democrática, de la modalidad política que encabezarían las transformaciones sociales. La orientación anticapitalista y socialista, aparecía como la única opción, ya fuera por la vía comunista y dictatorial (Euro-Asia) o por la vía socialdemócrata y democrática (Los países del norte europeo). Ambos modelos fueron seguidos en todo el mundo, en un primer momento según el estilo soviético y en un segundo momento según el estilo socialdemócrata europeo. América Latina, siempre cabalgó entre los dos modelos. Hoy en día, sin embargo, la mayoría de ellos -después de más de un siglo de victorias y reveses- han sucumbido ante las políticas neoliberales y a la hegemonía del imperialismo occidental, ya sea política, económica o culturalmente hablando. En un primer momento, aparece el derrumbe de la URSS y su reversión hacia el capitalismo. En un segundo momento, los países excomunistas de Asia giran hacia el mercado, aunque manteniendo el monopolio del poder en manos de los partidos comunistas. En un tercer momento llegaron los reveses políticos electorales de la izquierda latinoamericana. Finalmente, asistimos a una ofensiva sin precedentes por parte del neoliberalismo haciendo estragos en los Estados de Bienestar europeos.

  1. a) A finales del siglo pasado (siglo XX) y después de 70 años de socialismo, se derrumban internamente y transitan al capitalismo los países que formaban la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (URSS); perdiendo los partidos comunistas su poder de convocatoria.
  2. b) En el mismo período los partidos comunistas y los gobiernos socialistas asiáticos deciden entrar a una economía de mercado, manteniendo el régimen de partido único y una política nacionalista.
  3. c) En todo este período y después de muchas victorias, desde la descolonización y el antiimperialismo iniciados después de la segunda guerra mundial, la mayor parte de los países de orientación socialista del Tercer Mundo apoyados por la Unión Soviética, sucumbieron a finales del siglo pasado a la embestida del mercado, los capitales y las aparatos represivos norteamericanos. La revolución cubana y la revolución nicaragüense, cada una a su manera, también padecieron aquellos cambios, cada una a su manera.
  4. d) Durante todo el siglo XX hubo fases en América Latina de auge del movimiento revolucionario y fases de derrotas, ya sea por golpes de Estado o por invasiones militares del gobierno de Estados Unidos. A finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, y después de un ciclo de agitaciones populares y victorias electorales en todo el subcontinente latinoamericano, un conjunto de gobiernos nacionalistas y revolucionarios, sufren recientemente una mala racha de reveses políticos electorales, restauradores del neoliberalismo, aunque sin perder una parte sustantiva de su convocatoria electoral.
  5. e) Mucho más reciente, asistimos al asalto neoliberal sobre los gobiernos socialdemócratas europeos, sustituyendo el Estado de Bienestar por un modelo de precarismo social, con lo cual el panorama mundial aparece alineándose a la derecha, inclinándose por el reflujo de la izquierda, la revolución y el socialismo.

Permítaseme ser más específico en el caso latinoamericano que nos ocupa, esbozando, aunque sea brevemente, las grandes fases de avance y retroceso de los movimientos y gobiernos progresistas a lo largo del siglo XX e inicios del siglo XXI. Mostrando además que dado el panorama del capitalismo, todo parece indicar que seguiremos asistiendo a momentos de auge y de reveses políticos en el camino hacia el socialismo. Ciertamente, el capitalismo sigue manifestando los estragos de su pecado original, como es la contradicción irreconciliable entre la producción (extraordinaria a nivel mundial) y el consumo o la demanda (cada vez más deprimida, aunque en forma desigual), llevándose en su paso a millones de pequeños y medianos empresarios que asisten impotentes a la quiebra de sus empresas y a miles de millones de trabajadores lanzados al desempleo y la precariedad. Ciclos de la revolución latinoamericana América Latina inicia su ciclo revolucionario del siglo XX, con la revolución mexicana de 1910 hasta el movimiento bolivariano en las primeras décadas del siglo XXI; una historia revolucionaria digna de tomarse en cuenta para cualquier análisis de coyuntura sobre lo que pasa actualmente en la patria grande. Veamos a grandes rasgos este recorrido, a fin de apreciar sus formas y contenidos. a) El llamado populismo latinoamericano. La primera mitad del siglo XX arranca con los gobiernos llamados populistas de Lázaro Cárdenas en México, Juan Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil, quienes inician el nacionalismo radical latinoamericano, así como las rebeliones centroamericanas de los años 30 en Nicaragua y El Salvador; prolongándose este ciclo con una serie de gobiernos progresistas en Chile (1947), Argentina (1945), Costa Rica (1948), Guatemala (1954), Bolivia (1952), Brasil (1930-1954). El populismo es un adjetivo despectivo utilizado por la cultura imperialista para referirse a todo movimiento nacionalista radical y cuyos rasgos son los siguientes:

1) La conducción exitosa del movimiento aglutinado por un líder carismático, 2) La nacionalización de las propiedades extranjeras, particularmente norteamericanas de los minerales, la tierra y las minas, 3) La irrupción de las masas campesinas y de los sindicatos obreros, apoyando la reforma agraria, la formación de cooperativas y la participación activa de las clases medias en las luchas antiimperialistas y en las transformaciones sociales.

  1. b) Las dictaduras militares. A mediados de la década de los 50 el imperio contra-ataca. Se suceden una serie de golpes de Estado fomentados y apoyados por el gobierno estadounidense en Perú, Venezuela, Guatemala, Argentina, Brasil y Chile. Asimismo, asistimos al apoyo y afianzamiento del gobierno estadounidense de dictaduras militares, en Cuba, Haití, Nicaragua y República Dominicana. Es la época de aquellos gobiernos militares que reprimieron a diestra y siniestra toda expresión popular; todos ellos tutelados por el imperialismo de Estados Unidos. c) Los movimientos de Liberación nacional y la erradicación de las dictaduras militares. A raíz del triunfo socialista de la revolución cubana en 1959 y de su influencia en todo el subcontinente, surgen los movimientos guerrilleros combatiendo a las dictaduras militares. En esta fase, aparece cual paréntesis el triunfo electoral del socialista Salvador Allende en Chile (1970), aplastado por la dictadura pinochetista (1973), igualmente irrumpe el triunfo revolucionario y la instauración de un gobierno socialista en Nicaragua (1979) encabezado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional; revolución que es masacrada por el imperialismo y derrotada electoralmente en 1990 (menos conocida pero con una suerte similar, aunque en menos de un año fue la revolución de Grenada).

Con el gobierno de Allende y la revolución nicaragüense, se salda la deuda democrática que el mundo entero reclamaba a los países socialistas, a pesar de la respuesta inconsecuente y canalla que Estados Unidos tuvo para con estos dos movimientos de transformación democrática. Con la revolución cubana, se alarga el horizonte y la agenda de la revolución latinoamericana. La mayoría de las guerrillas fueron derrotadas militarmente, pero su accionar fue suficiente para presionar la salida de las dictaduras militares más sangrientas del sub-continente latinoamericano. En contrapartida, el imperialismo implementa, a partir de la década de los 80, las políticas neoliberales y los tratados comerciales que benefician a las empresas multinacionales y a los grandes capitales locales, con las cuáles desmantelan toda protección nacional de nuestros países.

  1. d) La izquierda contrataca y accede al poder por los votos. Veinte años después de la revolución sandinista y como respuesta al neoliberalismo, surge en América Latina (1999-2015) un movimiento continental de carácter anti-neoliberal que accede al gobierno a través de las elecciones, encabezado por la revolución bolivariana de Venezuela (1999), entre los que se encuentran los gobiernos de Ecuador, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, Nicaragua, El Salvador y Honduras. Todo parecía indicar que en América Latina, a pesar de un cambio más moderado que el del socialismo anterior, asistíamos al relevo triunfante y a la revancha revolucionaria de las anteriores derrotas.
  2. e) La desestabilización política de la izquierda bolivariana. Repentinamente, entre 2015 y 2016, aquellos gobiernos empezaron a perder, parcial o totalmente, elecciones o referéndum, así como la persecución legal de sus líderes, lo que permite al adversario augurar una tempestad política con la cual el imperialismo se ha propuesto recuperar su hegemonía, comenzando por la desestabilización de los gobiernos progresistas. Hay que decir, que no se trataba de regímenes socialistas estatizantes que habían logrado desplazar a la oligarquía y a la burguesía (como fue el caso de Cuba de los años 70, en menor medida la Nicaragua de 1980, y en mucha menor medida la Venezuela del año 2014); sino que los mismos convivían con sus oligarquías y dentro de una economía de mercado. Más aún, en la mayoría de los casos, las empresas multinacionales extractivistas seguían bien plantadas, la reforma agraria había dejado de estar en el orden del día, además, aquellos gobiernos convivían con un agresivo capitalismo financiero mundial que erosiona permanentemente las políticas sociales que con tanto sacrificio intentaban disminuir la extrema pobreza, precisamente en una de las regiones con mayor desigualdad social del mundo.

No menos importante es señalar que cuando hablamos de reveses políticos no estamos hablando de derrotas estratégicas, pues aquellos movimientos siguen teniendo un papel destacado y beligerante en la vida política nacional, sobre todo en Venezuela, Ecuador, Bolivia, El Salvador y Nicaragua. Después de esta obligada introducción, centrada en los antecedentes mundiales y latinoamericanos de la revolución, me propongo señalar lo que a mi juicio son los factores determinantes que hay que tener en cuenta a la hora de responder por qué Nicaragua no padece actualmente los síntomas señalados para los países latinoamericanos. Y digo actualmente, porque en el pasado reciente Nicaragua padeció los mismos acontecimientos. Nicaragua fue invadida militarmente por las tropas norteamericanas repetidas veces, tanto en el siglo XIX como en el siglo XX, deponiendo gobiernos nacionalistas, liberal-nacionalista a principios de siglo (1909) y Sandino-socialista a finales del siglo pasado (1990).

Podríamos decir que los gobiernos latinoamericanos de izquierda están atravesando actualmente, por el revés electoral que pasó Nicaragua en 1990; mostrando que una derrota electoral no significa el fin de la lucha por la revolución, pudiendo regresar al poder con mayor hegemonía que antes, aunque sin la radicalidad de los cambios revolucionarios de aquél entonces. Singularidad de la revolución nicaragüense La primera respuesta que dimos sobre el por qué Nicaragua no registra los reveses de la izquierda latinoamericana, giró al alrededor de la política de alianzas, bajo la premisa de que en política no hay hegemonía sin alianzas. La singularidad del caso nicaragüense arranca con la lucha sistemática por un patriotismo radical, forjado en el enfrentamiento contra las intervenciones armadas de las tropas yanquis durante el siglo XIX y XX hasta lograr su expulsión del territorio nacional. A ello se agrega una revolución armada y triunfante de carácter socialista a finales del siglo XX. Así como el regreso al poder por los votos del Frente Sandinista en la primera década del siglo XXI. Todo ello, por supuesto, está lleno de victorias y reveses significativos.

  1. a) El movimiento de Sandino a mediados del siglo XX terminó con la expulsión de las tropas yanquis, pagando el costo del asesinato de Sandino y de todas sus tropas,
  2. b) La revolución sandinista golpeó fuertemente a la oligarquía libero-conservador, encendió la lucha democrática en América Latina, aunque pagó el costo de una intervención armada, un bloqueo económico y una derrota electoral, donde la población votó con una pistola en la cabeza,
  3. c) La revolución sandinista logra la hegemonía política, a partir de una amplia política de alianzas, aunque comienza a ser de nuevo hostigada por la política exterior del imperio con el fin de desestabilizar al gobierno sandinista, tal como pasa con todo el movimiento bolivariano. La historia contemporánea, que empieza incluye el regreso al poder del FSLN a través de los votos y la consolidación de lo que se ha dado en llamar la segunda etapa de la revolución sandinista, quien tiene en su haber no solamente la lucha armada contra la dictadura somocista, sino una lucha por la hegemonía, disputándole a la oligarquía libero-conservadora y a las viejas fuerzas tradicionales, la opinión pública hasta lograr una orientación patriótica generalizada de la población y de las principales fuerzas políticas del país. Hegemonía patriótica que se manifiesta a finales del año 2016 cuando el 85% de la población nicaragüense, además de todas las cámaras empresariales, las iglesias católica y evangélica, las fuerzas armadas, la gran mayoría de los dirigentes partidos políticos, así como de los movimientos sociales, rechazan las últimas medidas del gobierno de Estados Unidos para desestabilizar nuestro país, a través del condicionamiento de la cooperación y de las inversiones extranjeras; rechazo unánime que aparece por primera vez en toda la historia del sandinismo, al menos internamente. En todo este recorrido, se destaca en primer lugar la política de alianzas del FSLN, precisamente para alcanzar la hegemonía que goza el gobierno sandinista actualmente, tanto para gobernar internamente, como para enfrentar las embestidas del gobierno norteamericano.

En otras palabras, podemos decir, que una de las singularidades de la revolución nicaragüense, además de haber atravesado todos los muros por los cuales está atravesando la revolución latinoamericana, se debe a una política de alianzas que desde Sandino hasta el Frente Sandinista, le ha permitido la hegemonía que hasta ahora ha alcanzado la nueva clase política en Nicaragua. Justamente, una revolución política se mide por la hegemonía alcanzada por la clase política que emprende la revolución; alianzas que giran alrededor de una actitud pragmática, alrededor de los objetivos estratégicos para avanzar en su largo recorrido, basada más en las posibilidades y probabilidades que en los deseos, lo que en política significa saber medir la correlación de fuerzas en cada batalla. Es así que el Frente Sandinista ha labrado una clase gobernante, una clase dirigente y una clase política hegemónica sin precedente.

Veamos primeramente la política de alianzas para hacer la revolución y mantener el poder revolucionario en los años ochenta, hasta su derrota electoral; pronunciándonos posteriormente sobre las alianzas para recuperar el poder por la vía electoral y mantener el apoyo masivo de la población, a pesar de todas las contradicciones y limitaciones que va incorporando a lo largo de su recorrido.

  1. La política de alianzas del FSLN El Frente Sandinista ha sido una de las organizaciones de izquierda que más ha recurrido a una política de alianzas, en aras de alcanzar la hegemonía necesaria para lograr un respaldo popular y nacional que le permita seguir avanzando hacia su proyecto trazado, aún por los caminos más difíciles e imprevisibles. A continuación, se exponen las principales alianzas emprendidas por el Frente Sandinista para hacer y mantener la revolución durante la década de los ochenta, cuando es derrotado electoralmente por una coalición de todos los partidos de la derecha unida y apoyada por el castigo militar de la guerra contrarrevolucionaria.
  2. a) El acuerdo entre la guerrilla campesina y la insurrección urbana Si hay algo que caracteriza a la revolución sandinista es la combinación de la lucha revolucionaria concebida a partir de un foco guerrillero instalado en la montaña, con la concepción de la revolución a partir de movimientos urbanos y la modalidad insurreccional para el levantamiento popular. Como es bien sabido, el Frente Sandinista, inicia la revolución, como era usual en la época, con el modelo castro-guevarista del Foco Guerrillero, iniciado y enquistado en la montaña, con el fin de formar columnas guerrilleras que una vez desarrolladas asalten los cuarteles periféricos hasta la toma de la capital, tal como había sucedido en Cuba y tal como lo sintetizó el Che Guevara en su obra: «Guerra de guerrillas, un método». La teoría del Foco Guerrillero, apoyado por el campesinado, fue el método que siguió la mayoría de los movimientos guerrilleros de liberación nacional emprendidos en América Latina después de la revolución cubana, los mismos que fueron derrotados por los Rangers o soldados antiguerrilleros entrenados en la Escuela de las América en Panamá y otras bases militares en Estados Unidos, junto con los ejércitos locales. La concepción de las guerrillas campesinas estuvo respaldado además por la experiencia de las revoluciones triunfantes de China y Vietnam.

Hay que decir, en honor a la verdad, que en América Latina hubo movimientos guerrilleros de carácter urbano, como la de los Montoneros en Argentina y los Tupamaros en Uruguay, entre los más destacados. Pues bien, como sabemos, todas las guerrillas latinoamericanas de la época fueron derrotadas, incluyendo la del propio Comandante Guevara en Bolivia. Y casi lo mismo podría decirse de la guerrilla rural iniciada y emprendida por el Frente Sandinista. Resulta que después de varios reveses de la guerrilla sandinista en la montaña, incluyendo la muerte de su principal líder el Comandante Carlos Fonseca, el Frente Sandinista se divide en tres tendencias: a) La tendencia de la llamada Guerra Popular Prolongada, quien abogaba por la guerra de guerrillas a partir del apoyo campesino,

  1. b) La Tendencia Proletaria quien abogaba por un movimiento obrero y de clase media, incluyendo la alianza con los movimientos cristianos, c) La tendencia Insurreccional o de los Terceristas, quienes iniciaron la estrategia de la insurrección urbana, a partir de golpes audaces contra las posiciones somocistas, en alianza con los sectores antisomocistas de la oligarquía conservadora.

Estas tres tendencias se disputaban la estrategia, hasta que dos meses antes del desencadenamiento definitivo de la insurrección final, en marzo de 1979, las tres tendencias lograron un acuerdo para trabajar conjuntamente. Y fue así que columnas guerrilleras de diferentes frentes avanzaron desde las fronteras de Honduras y Costa Rica, así como otros frentes internos, avanzaron hacia las principales ciudades del país, tomándose ciudades temporalmente, hasta empalmar con las insurrecciones urbanas que finalmente y entre todas dieron al traste con la dictadura. El espíritu de esos acuerdos se expresó, después del triunfo, cuando la revolución de los años ochenta, estuvo dirigida durante 10 años y cotidianamente por una Dirección Nacional compuesta por tres representantes de cada una de las tres tendencias. Experiencia singular, donde 9 comandantes tomaban unánimemente las decisiones de la revolución y de la defensa frente a la contrarrevolución armada y cívica dirigida por los aparato de inteligencia militar del gobierno de Estados Unidos.

  1. b) La alianza entre cristianos y marxistas Hasta la revolución sandinista era común en el discurso revolucionario la concepción marxista leninista, incluyendo la lucha anticlerical y el ateísmo. Sin embargo, durante la lucha insurreccional de 1977-1978-1979, el Frente Sandinista incluye en su política de alianzas, el acercamiento entre cristianos y marxistas. En aquella época, la consigna que sintetiza dicha alianzas con las principales denominaciones religiosas que a la postre abrazaban la Teología de la Liberación, era la siguiente: «Entre cristianismo y revolución, no hay contradicción». Muchos militantes y dirigentes pertenecían al movimiento cristiano revolucionario, igualmente, muchos cristianos eran marxistas convencidos y simpatizantes no solamente de los postulados revolucionarios de la revolución sandinista, sino de la más radical revolución cubana. Esta alianza entre cristianos y marxistas concretó los acercamientos que desde hacía algunos años se venían dando entre guerrilleros marxistas y sacerdotes cristianos, como fue el caso paradigmático de Camilo Torres en Colombia.

Esta alianza concedió al Frente Sandinista una mayor legitimidad entre la población no somocista, facilitando que muchos estudiantes de los colegios religiosos de la clase media alta y de la oligarquía, se enrolaran en las tareas de la insurrección, bajo la dirección del Frente Sandinista. c) La alianza entre el FSLN y la oligarquía conservadora Quizás esta sea la principal y menos reconocida de las alianzas, pues se trata de ponerse de acuerdo con la clase más conservadora en la historia de Nicaragua y que hasta el momento de la revolución había cogobernado con Somoza y había mantenido su influencia en los valores profundamente conservadores de la población nicaragüense desde la época colonial, tanto así que sus intelectuales se destacaron por apoyar a Franco, a Mussolini y a Hitler durante la segunda guerra mundial. La alianza sandinista-conservadora frente al liberalismo somocista para poder derribar a una dictadura militar de 45 años en el poder y apoyada por el gobierno estadounidense, se reveló fundamental para preparar las condiciones de una insurrección urbana, tanto desde el punto de vista de la convocatoria, como desde el punto de vista de los medios materiales para emprender la vía insurreccional. Esta alianza le granjeó al Frente Sandinista el apoyo de los gobiernos socialdemócratas de la región, así como del propio presidente Carter para aislar al dictador Somoza. Este es uno de los rasgos más específicos de la revolución sandinista que explica por qué la guerrilla rural que había sido derrotada en todo el continente, pudo convertirse en una guerrilla urbana y en un modelo insurreccional triunfante. Tanto es así que la guerrilla sandinista logró el permiso para tender un puente de habituallamiento entre Fidel Castro (Cuba), Carlos Andrés Pérez (Venezuela), Panamá (Omar Torrijos) y Costa Rica (Rodrigo Carazo Odio).

Hay que decir que hasta los últimos años de la insurrección, el único discurso anti-hegemónico imperantemente exitoso frente al somocismo y cuya alianza y apoyo les granjeó una simpatía a los sandinistas, era el discurso de los conservadores, quienes tenían una gran influencia en la población no liberal. Uno de los conservadores más consecuentes como opositor al somocismo, era el director del diario de mayor oposición a la dictadura, y quien fuera asesinado por los elementos más descompuestos del somocismo, lo que tuvo una gran repercusión en la ciudadanía, como no lo tuvo el asesinato perpetrado por Somoza a muchos de los líderes sandinistas. Es insospechado lo que significó para la guerrilla insurreccional sandinista, tener entre sus filas a centenares de familias de origen conservador y acomodado, en términos de apoyo logístico y poblacional.

Es justo señalar que muchos líderes sandinistas, incluyendo los principales combatientes, provinieron de las filas de las familias más acomodadas del país, quienes se mantuvieron hasta poco después del triunfo, algunos, y hasta la derrota electoral del Frente Sandinista, otros. Esta situación y su envergadura parecen impensable en los ámbitos de las guerrillas latinoamericanas de aquel entonces. Quizás por ello es que la revolución nicaragüense, a pesar de la radicalidad de su primera etapa, ha cabalgado a caballo entre una revolución democrático-burguesa y una revolución de orientación socialista.

  1. d) Alianza con la OEA y la Guardia Nacional somocista Durante los últimos años de la lucha insurreccional, existía la orientación del Frente Sandinista de acercarse a cualquier elemento de la Guardia Nacional de Somoza para intentar reclutarlos a sus filas, como lo había hecho Sandino, cosa que se logró en diversas ocasiones, bajo la consigna de «¡Guardia Únete!». Pero donde se mostró mayor apertura del Frente Sandinista fue en los últimos meses, concretamente el 18 de junio de 1979, es decir, un mes antes del triunfo definitivo sobre la dictadura somocista. En una carta enviada a la OEA, en esa fecha, como parte del Plan de Paz el Frente Sandinista se compromete, entre otras cosas, a un cese al fuego de todas sus fuerzas, bien avanzadas en cinco de los 16 departamentos del país; una vez que haya salido Somoza del país, que el presidente del Parlamento le entregara el gobierno a una Junta de Gobierno compuesta por los representantes de la gran coalición anti-somocista, así como la disolución del Congreso Somocista. El llamado Acuerdo de San José señala: «Ordenar a la Guardia Nacional de Somoza el cese de hostilidades y su acuartelamiento inmediato con garantías para que sus vidas y demás derechos fuesen respetados. Los oficiales, clases y soldados de la Guardia Nacional que así lo deseen, podrán integrarse al nuevo ejército nacional o a la vida civil (….) Mantener el orden por medio de aquellos sectores de la Guardia Nacional que hayan aceptado el cese al fuego y fueran designados para esas funciones por el Gobierno de Reconstrucción Nacional, tarea que cumplirán junto con los combatientes del Ejército Sandinista». Como es sabido, Somoza rompió el pacto de San José, ordenándole al presidente electo del congreso somocista de no acatar las resoluciones y seguir en la lucha; lo que fue aprovechado por el Frente Sandinista para avanzar a Managua sin mucha resistencia, pues Somoza y la comandancia mayor de sus oficiales habían abandonado Nicaragua. Incluso, el primer jefe del ejército después de la victoria electoral fue un oficial de la extinta Guardia Nacional somocista.
  2. e) Alianza con los gobiernos socialdemócratas europeos Durante la década revolucionaria, el gobierno sandinista mantiene alianzas con los gobiernos de la socialdemocracia europea, algunos de los cuales apoyaron a la revolución sandinista, aún después que la misma estuviera bloqueada y asediada militarmente por el gobierno de Estados Unidos; apoyo que incluyó envío de armas y lanchas patrulleras para repeler los ataques por mar del gobierno de Reagan. El apoyo de los gobiernos socialdemócratas se mantuvo asimismo en momentos en que el mayor apoyo a la revolución provenía de Cuba y de la Unión Soviética. Claro está que a pesar de la radicalidad de las medidas revolucionarias, el Frente Sandinista mantenía en cierta manera los postulados de Economía Mixta, Pluralismo Político y No Alineamiento, algo insólito para el programa de la guerrilla latinoamericana en aquellos momentos.
  3. f) Alianza con los países socialistas A partir de que el presidente de Estados Unidos desató una guerra no declarada, conocida e inaugurada como Guerra de Baja Intensidad, el gobierno revolucionario en el poder durante la década de los años ochenta, mantuvo una alianza sin condiciones con la URSS. Esta alianza fue la que permitió, junto a la solidaridad mundial y la heroicidad de la población sandinista, que el gobierno sandinista resistiera sin que las tropas de Reagan pudieran tomar una sola ciudad, hasta su derrota electoral en 1990 (que, como veremos, no significó la derrota total de la revolución, mucho menos de sus fuerzas armadas). g) Los acuerdos con la Contrarrevolución y la región Antes de perder las elecciones, el Frente Sandinista, al final de una guerra que estaba casi empatada y al igual que hizo la guerrilla salvadoreña y guatemalteca, firmó los Acuerdos de Esquipulas en 1987 (un conjunto de países centroamericanos que tomaron en sus manos la anterior iniciativa del «Grupo de Contadora», que incluía algunos países sudamericanos).

De nuevo en la historia de Nicaragua, las fuerzas centroamericanas se unieron para derrotar la invasión militar estadounidense; la primera ocurrió a mediados del siglo XIX, con la unión de las fuerzas centroamericanas contra la ocupación militar por fuerzas filibusteras. Sin embargo, hacía varios años que el Frente Sandinista había establecido acercamientos y finalmente había llegado a algunos acuerdos con las fuerzas de la Contrarrevolución, logrando el desarme parcial de algunos frentes de guerra y de algunos líderes contrarrevolucionarios, tanto campesinos como representantes de los pueblos indígenas y de las comunidades étnicas de la Costa Caribe.

Quizás uno de los acuerdos más importantes y audaces se concretó a partir de la iniciativa-propuesta del Frente Sandinista para establecer un régimen de autonomía en el norte y en el sur de lo que se conocía como la Costa Atlántica, firmado en el año 1996, tres años antes de la derrota electoral del Frente Sandinista en 1990. Acuerdo que posteriormente, cuando el Frente fue derrotado electoralmente, el mismo fue paralizado por los gobiernos neoliberales de la restauración libero-conservadora. En agosto de 1987, el Gobierno Sandinista firma los Acuerdos de Esquipulas, promovidos por los cinco presidentes centroamericanos, comprometiéndose a dialogar con la jefatura de la Contrarrevolución. Hay que señalar que el gobierno del presidente Reagan de Estados Unidos no estuvo de acuerdo con estos acuerdos, puesto que significaban el reconocimiento y la legitimidad del gobierno sandinista en el poder.

  1. De una revolución que gobierna desde arriba a una fuerza revolucionaria que opera desde abajo Todas las revoluciones, una vez en el poder, se convierten en revoluciones desde arriba, debido a la necesidad de realizar cambios o transformaciones con las cuales la mayoría de la población no está de acuerdo, pues como se sabe y pasó en Nicaragua y en todas las revoluciones del mundo, no toda la población participa en la revolución. Basta decir que no fue sino hasta el año 2011 (Más de treinta años) que el Frente Sandinista obtiene una mayoría política en las elecciones, pues durante todo este tiempo, la población nicaragüense seguía siendo somocista. La singularidad que estamos apostando es la combinación de los campos de lucha, articulando las posibilidades de llevar a cabo una revolución desde arriba, con las necesidades de mantener los esfuerzos revolucionarios desde abajo.

En la mayoría de los casos conocidos, cuando una revolución es derrotada, militar o electoralmente, la revolución se acaba o se detiene bruscamente. En Nicaragua, la derrota electoral de los años 90, fue testigo de una paralización insurreccional como no había pasado ni siquiera durante la insurrección de julio. El Frente Sandinista gobernó durante 10 años en la década de los ochenta, bajo un modelo de Economía Mixta, Pluralismo Político y No Alineamiento, pero de orientación socialista, tanto así que el sector público llegó a controlar alrededor del 90% del Producto Interno Bruto (PIB), desplazando y debilitando por más de diez años a lo que llamamos la oligarquía, es decir, a los grupos económicos y a la clase política libero-conservadora que la representaba y que había gobernado Nicaragua desde hacía 200 años; la misma que desde comenzó a separarse del Frente Sandinista desde que inició la revolución, porque se sentía «traicionada» en los acuerdos que había firmado con su sangre.

En esta gesta el sandinismo alcanzó una participación militante que subió hasta 35% en los momentos más duros de la insurrección y de la guerra contrarrevolucionaria. La misma organización sandinista que había heredado el ideario de Sandino y había hecho la revolución, fue la que encabezó estas luchas.

Desde 1979 que triunfó la revolución, el líder que representó a la Junta de Gobierno del primer gobierno sandinista (1979-1990) fue el Comandante Daniel Ortega, quien no solamente reconoció su derrota electoral, bajo un Consejo Electoral cuyos miembros eran sandinistas, inaugurando así la democracia representativa en Nicaragua, entregando el gobierno a las fuerzas restauradoras del liberalismo y del conservadurismo, quienes representaban una clase a caballo entre la oligarquía y la burguesía, pero en franca retirada frente a las empresas multinacionales desde el punto de vista económico. Si bien es cierto que el FSLN perdió las elecciones en 1990, no perdió con ello todo el poder, pues se mantuvo beligerantemente durante 16 años a la cabeza de una gran parte del pueblo organizado. Tanto es así que el FSLN alcanzó el estatus político que yo llamo poder de veto y que el comandante Ortega, al momento de entregar el gobierno llamó gobernar desde abajo, es decir, en alianza con las fuerzas sandinista organizadas en un sinnúmero de organizaciones populares que durante toda la época neoliberal, que duró diecisiete años (1990-2007), se mantuvo en disposición combativa, ejerciendo límites o poder de veto con sus movilizaciones a las reformas más reaccionarias de la restauración libero-conservador, defendiendo: a) El carácter patriótico de las fuerzas armadas, el ejército y la policía nacional, ambas de origen sandinista, b) El carácter patriótico de la constitución,

  1. c) La reforma agraria, tanto la reforma agraria del periodo revolucionario, como las sucesivas tomas y titulación de tierras que desde entonces no han cesado en Nicaragua hasta nuestros días. Claro está que no se perdió todo, pero se perdió muchísimo; nada menos que el modelo social de la revolución, el que dicho sea de paso era imposible mantenerlo aun habiendo ganado las elecciones, pues el mismo se mantenía prácticamente por la Unión Soviética y la revolución cubana; haberlo perdido todo, hubiera impedido toda posibilidad para el Frente Sandinista de regresar al poder por los votos, cosa que creía haber logrado el gobierno norteamericano y la clase política libero-conservadora. En este sentido, los reveses políticos de la izquierda latinoamericana que estamos comentando, se encuentran actualmente como se encontraba el Frente Sandinista en 1990, aunque sin haber pasado por una insurrección revolucionaria que diezmó a la oligarquía tradicional, como no lo ha hecho ningún movimiento latinoamericano, salvo la revolución cubana.

La hegemonía que el Frente Sandinista mantiene en las fuerzas armadas, ha impedido en Nicaragua cualquier intento de golpe de Estado, como ha pasado en otros países donde la izquierda ha gobernado, tal es el caso del Chile durante el gobierno de Salvador Allende, desplazado del poder en 1973 por las fuerzas militares del ejército pinochetista; el caso de Honduras durante el gobierno del presidente Zelaya, desplazado del poder por el ejército hondureño y las fuerzas armadas de la base militar gringa en Palmerola, incluso como escapó de pasar en Venezuela con el fallido golpe de Estado al presidente Hugo Chávez en 2002, donde algunos generales de las fuerzas armadas su unieron al golpe o siguieron confabulando desde adentro.

El hecho de que el Frente Sandinista y su gobierno hayan heredado la simpatía patriótica de la gesta de Sandino, y de que la gloria revolucionaria de la lucha antisomocista haya sido heredada por una misma organización (FSLN) y por un mismo líder (Daniel Ortega), concede a éste una ventaja que no tienen otros movimientos que se han presentado a la palestra pública con diversos y recientes denominaciones. Esas mismas credenciales han sido aprovechadas, en cierta manera, por la Cuba de José Martí y de Fidel Castro y de otra manera por la Venezuela de Simón Bolívar y del Comandante Hugo Chávez. 3. La oposición de izquierda y el control de las instituciones públicas Una tercera singularidad es captar el significado de estar en la oposición.

Para una fuerza revolucionaria existen dos formas de estar en la oposición. Se puede estar en el gobierno, pero en oposición al sistema, lo que implica utilizar las instituciones públicas no solamente para administrar un sistema que sigue siendo capitalista, sino precisamente para cambiar la naturaleza de las instituciones. Igualmente, una fuerza de izquierda puede estar en la oposición frente a un gobierno de derecha, pero utilizar su presencia parcial o total en el control de las instituciones públicas. En este último sentido, pasar a la oposición no significa necesariamente ni perder todos los votos, ni perder totalmente las instituciones públicas, tales como algunas alcaldías, así como asientos en el parlamento, el poder judicial y el poder electoral; salvo que la revolución en el poder o en la oposición haya sido desbaratada tal como ha pasado con las dictaduras, una vez que se instauraron o desplazaron del poder y de la presencia pública a todo vestigio de izquierda. Dicho sea de paso, también las fuerzas de Sandino, fueron desbaratadas en 1934, después de haber expulsado a las tropas yanquis, por la naciente dictadura de Somoza durante 45 años, hasta la resurrección del sandinismo al tumbar a la dictadura somocista en 1979.

Por eso decimos que el Frente Sandinista ha pasado por todas las victorias y todos los reveses que han pasado la revolución y la izquierda latinoamericana. Aquí el sentido de izquierda mantiene su contenido patriótico y antiimperialista, en franca y permanente confrontación con las élites oligárquicas que han mantenido la hegemonía militar, política e ideológica en nuestros países. Pero sigamos con la singularidad que estamos reseñando en este capítulo, el cual se asienta en la necesidad de apostar no solamente a la revolución, sino también a toda reforma posible, lo que implica no desaprovechar el control o la influencia, aunque sea parcial, de las instituciones públicas; pues hay momentos en que a larga marcha de la revolución, la que gira alrededor de su correlación de fuerzas, tiene que echar mano de lo que tiene, aunque sea de un programa de radio o del control de alguna alcaldía, salvo cuando está siendo aniquilada por un adversario atroz, sin tregua alguna, lo que mandata pasar a la resistencia armada. Hay que estar claro que estamos batallando, no solamente en el seno de un sistema que no es el que aspiramos (un sistema adverso y adversario, como es el mercado capitalista), sino en el seno de una democracia burguesa, donde la clase dominante, económicamente hablando, es la burguesía nacional e internacional, por lo tanto es una democracia completamente desigual e inequitativa para las fuerzas de izquierda.

Los asientos parlamentarios, por muy pocos que sean y contando con cierto apoyo popular, permiten al menos oponerse a la aprobación de ciertas leyes de carácter contrarrevolucionario. El asiento en algunas alcaldías, le ha permitido al Frente Sandinista mantener una cierta influencia y un cierto apoyo en la población. Tener algunos asientos en el poder judicial le permitió al Frente Sandinista impedir que la derecha persiguiera o llevara a prisión a los funcionarios del gobierno anterior, tal como está pasando en algunos países de América Latina. Si hay un poder que el FSLN no dejó arrebatarse totalmente, ni ha descuidado en la oposición ni en el gobierno, ese es el poder judicial, de lo contrario, hace años que gran parte de la dirigencia sandinista estuviera en prisión.

Un grave error, hace años supuestamente asimilado por la izquierda, es creer que la silla presidencial es igual a todo el poder, lo que hace que las organizaciones de izquierda se confíen y desatiendan la más mínima posibilidad de tomarse otras instituciones. No pocos líderes de izquierda han querido ser más demócratas que la derecha, retrocediendo ante la posibilidad de controlar, en el gobierno o en la oposición, otras instituciones. Incluso mantienen el discurso que aspirar al control de todas las instituciones es sinónimo de dictadura o de gobierno autoritario. ¿Acaso durante 200 años los partidos de derecha, solitos, en coalición o entre todos ellos, no mantuvieron el control de todas las instituciones del Estado? ¿Acaso la democracia liberal representativa no significa la lucha legal y legítima por el control de la mayor cantidad de instituciones posibles? ¿Acaso en las listas electorales para la presidencia, el parlamento o las alcaldías, los partidos políticos no llenan todas las casillas ofrecidas por el poder electoral para el que tenga más votos? Es como si en las olimpíadas o en cualquier otro evento deportivo nos abstengamos de hacer todos los esfuerzos para obtener la mayor cantidad de medallas posibles.

En esto la derecha puede darnos cátedra, pues a pesar de que un partido adversario alcance la presidencia con la mayor cantidad de votos, tal razón no le impide arrebatarle la victoria, ya sea a través de invasiones militares como pasó en Guatemala o en Grenada; a través de golpes de Estado apoyados por el gobierno de Estados Unidos, como pasó en Chile, Honduras, o Venezuela, para no hablar que de los casos más recientes; a través de golpes parlamentarios como pasó en Paraguay; a través del poder judicial como está pasando en Brasil con los líderes del Partido de los Trabajadores (PT), importándoles poco que aquellas organizaciones y aquellos líderes hubiesen obtenido más del 50% de los votos a su favor. O como intentó en Nicaragua, el gobierno neoliberal de Enrique Bolaños, al intentar pasar una ley que prohibía que todo funcionario del poder judicial durante su gobierno fuera defenestrado si se comprobaba que había trabajado en la defensa de la seguridad del Estado durante la década revolucionaria. Si hubiera tenido éxito tal iniciativa no hubiera quedado un solo funcionario sandinista en el andamiaje del poder judicial y hubieran pasado a juicio sumario inmediatamente.

  1. La lección aprendida por el pueblo nicaragüense de la contrarrevolución restauradora y neoliberal del período 1990-2006 Huelga decir que en Nicaragua y en toda América Latina, no todas las tareas de la revolución corresponden a la organización o al partido político. En todo momento, los movimientos sociales han sido protagonistas de las luchas contra gobiernos represivos, contra el sistema dominante, incluso contra ciertas actitudes de la izquierda en el poder. Y no solamente los movimientos sociales, sino el mismo pueblo desdoblado como población. Eso que algunos pensadores llaman mayoría silenciosa, no es nada despreciable a la hora, por ejemplo, de votar, apoyar o desapoyar a un movimiento o una organización política determinada. Otro error que a veces cometen los gobiernos de izquierda es creer que ganar las elecciones, aún con franca mayoría, significa un cheque en blanco para hacer lo que se quiera, aunque lo que se quiera sea absolutamente favorable a los intereses populares. Hasta los programas más populares de un gobierno popular deben ser implementados consultando o informando al pueblo e implementándolos con el pueblo; debiendo ser visto, percibidos y aceptados, no como una dádiva de una burocracia caritativa, sino como un derecho restituido a la ciudadanía por el soberano y donde la gente participa activamente en su implementación.

Pero así como los movimientos sociales y la población en su conjunto, aunque ésta última no sea revolucionaria, son protagonistas y deben ser protagonistas activos en las transformaciones sociales, ellos mismos deben evaluar y recibir lecciones de su propio comportamiento. Hay lecciones que los amigos no nos pueden dar, siendo recibidas más bien de los enemigos. En este sentido, otra singularidad que podemos anotar en la experiencia del pueblo nicaragüense, es la recibida por la restauración conservadora. Ciertamente, una gran parte del pueblo nicaragüense, después de haber conocido los beneficios de una revolución, conoció asimismo los estragos de la contrarrevolución armada y de la contrarrevolución en el poder, precisamente implementando en la forma más radical las medidas neoliberales. Y si no llegó a encarcelar a toda la dirigencia sandinista o a los sandinistas en general, es primeramente porque eran demasiados y estaban presentes hasta en las fuerzas armadas, y en segundo lugar porque no bajaron la guardia ni se confiaron del discurso democrático de la oligarquía, tomándose las calles, como si se tratara de una nueva revolución.

Pero una vez estabilizada la restauración libero-conservadora, una vez que el pueblo bajó la guardia, cansado quizás del activismo de la militancia sandinista, comenzó a recibir la receta del paquetazo neoliberal, perdiendo todos los beneficios pero sobre todo el abandono total del más mínimo apoyo de aquellos gobiernos por los que ellos habían votado y elegido. Durante los diecisiete años de los tres gobiernos neoliberales se desmantelaron casi todos los logros de la década revolucionaria: se permitió la venta de los títulos de reforma agraria, retrocedió la alfabetización, de 12% a 36%, se sobre-privatizó la educación primaria, secundaria y universitaria, se privatizó la salud en general, se cortaron los créditos al campesinado, se revirtió la matriz energética del 75% de energía renovable a 10%, el empobrecimiento de la población empujó a migrar a más de un millón de nicaragüenses (el doble de la migración que había producido la guerra contrarrevolucionaria), se privatizaron todas las empresas públicas (aún las empresas públicas del gobierno somocista), se desmanteló el ferrocarril; en esa época la cooperación internacional financió la privatización del Estado y desmanteló la protección arancelaria y la caja fiscal del gobierno. Al final de la época neoliberal se habían desbaratado las carreteras y los caminos de penetración, las calles, los puentes y el alcantarillado, el servicio de agua potable y de energía eléctrica.

Se llegó a disponer apenas de 12 hora diarias de energía eléctrica. La noche obscura que uno de los pontífices del Vaticano había pregonado, refiriéndose al período revolucionario sandinista, llegó a ser una realidad literalmente hablando, pero gracias a la restauración contrarrevolucionaria apadrinada por el gobierno norteamericano. Desde el punto de vista político-ideológico se satanizó todo lo que olía a revolución. La mayoría de los intelectuales y artistas se despidieron del discurso revolucionario o socialista y toda su diatriba estuvo enfocada a denigrar nacional e internacionalmente al Frente Sandinista y la poca dirigencia que se mantuvo con el proyecto revolucionario.

Miles de ONGs sustituyeron o pretendieron sustituir los servicios del gobierno, a cambio de permitir la privatización del Estado. Se ungió y fomentó a los notables, sinónimo, en su jerga de lo que se pregonó como el significado de la sociedad civil, a quien se le subsidió la tarea de sustituir a los líderes políticos a quienes se acusaba de ineficientes, trasnochados y corruptos. Todo esto sirvió de aprendizaje de lo que significa el neoliberalismo en carne viva, así como de lo que significa la democracia política en manos de oradores arrepentidos de todo lo que sonara a revolución, a socialismo o a simples protestas contestatarias, catalogadas de salvajes por los medios de comunicación casi en su totalidad en manos de un fuerte bloque antisandinista, tanto a nivel nacional como internacional. La población aprendió lo que fue el neoliberalismo durante estos 17 años, en gran parte debido a las propias políticas neoliberales que empobrecieron a la inmensa mayoría de la población, pero en gran parte a la resistencia y denuncias de las fuerza sandinistas, manteniendo la movilización popular y utilizando las campañas electorales como una tribuna para educar al pueblo de lo que significaba la restauración liberoconservadora. Pero también los líderes, nacionales y locales, de extracción popular del Frente Sandinista, padecieron la ofensiva ideológica que los líderes ex-revolucionarios que abandonaron las filas del Frente Sandinista asestaron a la militancia sandinista que se quedó manteniendo sus posiciones revolucionarias. Ofensiva que se llevó a cabo con el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación controlados por la derecha y que dieron abierta tribuna a los sandinistas que adversaban el Frente Sandinista, tanto a nivel nacional como internacional. Desde entonces y sobre todo cuando el Frente Sandinista retoma el gobierno en 2007, valora sobremanera la importancia de acceder a sus propios medios de comunicación, cosa que también se ha criticado desde afuera, tildando de totalitario el control adquirido por el Frente Sandinista de gran parte de los medios de comunicación del país. En otras palabras, para la derecha y los críticos del Frente Sandinista, éste sólo puede legitimar su vocación democrática cuando pierde las elecciones y cuando está desprovisto de toda posibilidad de defender sus posiciones a través de los medios de comunicación.

En tiempos de paz, aunque también en tiempo de guerra, los medios de comunicación son las armas y municiones para la lucha ideológica, y la lucha ideológica es el principal escenario de la guerra política. Un panfleto o un espacio de radio en una remota comarca, llegan a ser parte de la guerrilla ideológica que una organización de izquierda necesita para avanzar en la resistencia y en las transformaciones, igual que la visita casa por casa.

5) La política de alianzas para sobrevivir, retomar y mantener el poder Quisiera aprovechar esta oportunidad para señalarle a quienes critican la política de alianzas del Frente Sandinista, sobre todo las alianzas que tuvo que tejer mientras estuvo en la oposición, a fin de que su derrota electoral no se convirtiera en una derrota estratégica. Durante estuvo en la oposición, después de su derrota electoral de 1990, el Frente Sandinista mantuvo lo que en Nicaragua llamamos el voto duro y que rondaba el 35%, un piso nada despreciable para cualquier partido político en el poder o en la oposición; momento en que sufrió tempranamente una fractura interna que permitió que la otra fracción se llevara la mayor cantidad de diputados electos bajo la casilla del Frente Sandinista, quienes hicieron un pacto con el primer gobierno neoliberal que entre otras cosas, lograron cambiar la constitución, instaurando como condición para que un partido pueda ganar las elecciones, la obtención de más del 50% de los votos. De tal manera que el Frente Sandinista tuvo que recurrir a las alianzas con otros partidos políticos para poder ganar con el 38% de los votos en 2006, aprovechando la división de la derecha y después de tres sucesivas derrotas (1990, 1995, 2001). Política de alianzas que fue satanizada como pacto con gobiernos corruptos, como si los pactos pueden hacerse escogiendo adversarios angelicales. Muchos líderes políticos de izquierda, así como diversos periodistas internacionales se preguntan por qué el Frente Sandinista controla ahora tantos medios de comunicación; pero nunca se preguntaron ni se preguntan por qué la derecha durante 200 años de vida republicana ha controlado todos los medios de comunicación, sin que por ello se la tilde de totalitaria. Igualmente, se preguntan por qué el Frente Sandinista tiene tantos aliados entre las fuerzas nacionales, pero nunca se preguntan por qué las fuerzas políticas de la derecha mantuvieron tales alianzas con las mismas fuerzas sociales. Una de dos, o se mantienen las más amplias alianzas y se conquista la hegemonía, o se pierden las alianzas, se pierde la hegemonía y se pierde la posibilidad de transformar la democracia representativa en una democracia cada vez más participativa para las fuerzas populares organizadas en favor de sus intereses. Cosa que es difícil de entender para las élites intelectuales, quienes efectivamente han perdido espacios de participación; espacios ocupados por otras fuerzas, tales como las mujeres y los jóvenes.

Otros líderes que ayer se preguntaron por qué el Frente Sandinista se peleó con la iglesia católica sabiendo que el pueblo nicaragüense es católico, hoy lo critican porque está aliando con muchos sectores organizados de las iglesias católicas y evangélicas. De la misma manera que ayer se preguntaron por qué el Frente Sandinista se peleó con los empresarios, sabiendo que Nicaragua no tenía el capital suficiente ni siquiera para darle trabajo a los nicaragüenses, hoy lo critican por trabajar conjuntamente con las cámaras empresariales, del mismo modo que trabajan con las cooperativas de pequeños y medianos productores.

a)Las alianzas del Frente Sandinista con los combatientes contrarrevolucionarios Los primeros acuerdos del Frente Sandinista mientras estuvo en la oposición fueron con las fuerzas campesinas y étnicas que durante la dé- cada de los ochenta estuvieron en las filas de la contrarrevolución. Estos acuerdos se iniciaron con los líderes de la dirigencia contrarrevolucionaria durante la guerra de Baja Intensidad convertida en guerra civil durante los años ochenta. Sin embargo, a las alianzas a las que me estoy refiriendo es a una alianza entre las bases obreras y cooperativas sandinistas con los combatientes de la contrarrevolución, a la que se sumaron los licenciados del ejército sandinista.

Estos acuerdos tuvieron como consigna que independientemente de la guerra civil entre miembros de las mismas familias y aunque ambos se acusaban de asesinos, estaba el principio popular de que ambos eran y son ciudadanos humildes del pueblo y que desde el punto de vista de clase, en nada se diferenciaba un campesino sandinista de un campesino contrarrevolucionario. Y, además, que la clase y el pueblo estaban por encima del partido, quien era el instrumento utilizado por el pueblo para dirigir la revolución. Sin esta alianza, la retoma del poder por el Frente Sandinista hubiera sido mucho más difícil, pues la Contrarrevolución aseguraba la base liberal en el campo nicaragüense, la que se fue disolviendo a medida que el gobierno aseguraba que su apoyo social incluía sin mayor sectarismo a las familias de los combatientes contrarrevolucionarios; muchos de los cuales, dicho sea de paso, eran familiares de los combatientes sandinistas.

  1. b) Los acuerdos del Frente Sandinista con la restauración conservadora La primera alianza del Frente Sandinista, después de perder las elecciones, fue con el propio gobierno de la derecha, es decir, con la coalición de lo que se llamó Unión Nacional Opositora (UNO). El acuerdo llamado Protocolo de Transición implicaba que el Frente Sandinista bajara la intensidad de la resistencia popular que prácticamente impedía gobernar al gobierno de la restauración libero conservadora, a cambio del compromiso del gobierno antisandinista de respetar la constitución; mantener al ejército y a la policía sandinista, aunque bajo el nombre de ejército nacional y policía nacional; y revertir el decreto del nuevo gobierno de regresar las tierras de la reforma agraria a quienes ello llamaban sus legítimos dueños. Hay que decir, que entre estos acuerdos se decidió que las tierras del Estado, a la ocasión en manos de los sindicatos obreros, aliados con las cooperativas, fuerzas licenciadas del ejército sandinista y de la contrarrevolución, fueran repartidas en cuatro tantos: a) 25% para los obreros y las cooperativas, 25% para licenciados del ejército, 25% para la licenciados de la Contrarrevolución y 25% para la burguesía. Con la restauración del mercado, la mayoría de estas empresas fueron privatizadas a través de los créditos bancarios.
  2. c) Alianza con los movimientos sociales El Frente Sandinista ha dicho en diferentes ocasiones que entre su estrategia ha estado una firme alianza entre el partido y los movimientos sociales, particularmente sandinistas. Esto fue así durante la lucha contra la dictadura somocista, durante la defensa de la revolución, para la retoma del poder, y para gobernar en lo que llama la segunda etapa de la revolución sandinista. Hoy en día, el parlamento, las alcaldías, los ministerios y demás instituciones están a cargo de líderes de los movimientos sociales, incluyendo excombatientes de las fuerzas armadas y colaboradores históricos del Frente Sandinista, excombatientes de la contrarrevolución, líderes de las organizaciones obreras, campesinas, artesanos, pequeños comerciantes, destacándose una mayoría de jóvenes varones y mujeres en igualdad de condiciones y proporcionalidad.

Quizá sea una de las revoluciones de orientación socialista que ha prácticamente renovado la dirigencia y el cuerpo de la vieja militancia sandinista por una pléyade de jóvenes, muchachos y muchachas que ni siquiera habían nacido durante la revolución; hecho que muchas veces no es suficientemente comprendido por aquella vieja militancia. Como cualquier otra organización política, los movimientos sociales son la mediación entre los sujetos económicos populares y los partidos políticos; asimismo, en tanto que organización popular, son la mediación entre la teoría (estrategia de la economía popular) y la práctica (alianzas y políticas públicas) d) Alianza con los liberales frente a los gobiernos conservadores Como señalamos en los años setenta, el Frente Sandinista se alió con los conservadores para adversar a los liberales. Pues bien, durante la restauración conservadora pasó todo lo contrario, el Frente Sandinista se alió con los liberales para defenderse y adversar a los conservadores, a la postre en el gobierno. Alianza que irritó a mucha gente, incluso a muchos militantes y simpatizantes del Frente Sandinista, dentro y fuera de Nicaragua.

Los mismos que hoy se están aliando con la ultraderecha conservadora y con la élite fascista del gobierno norteamericano para intentar recuperar una fuerza social completamente inclinada al lado del Frente Sandinista. Pues bien, aquella alianza, llamado despectiva y desacreditadamente pacto con el diablo, alejó a mucha gente del Frente Sandinista, sobre todo fuera de nuestras fronteras, los mismos que años atrás habían participado en sendos pactos, junto con el Frente Sandinista, hasta con la Guardia Nacional somocista, como ya señalamos anteriormente. En ese momento, el principal dirigente Daniel Ortega, estaba siendo acusado de genocidio por la derecha nicaragüense y norteamericana, incluyendo algunos aparatos cívico-políticos conducido por viejos militantes del Frente Sandinista. Pues bien, gracias a ese pacto, el Frente Sandinista pudo sortear las mayores dificultades del momento, lo que permitió además acceder al gobierno con 38% de los votos. En esa ocasión, los adversarios del Frente Sandinista adujeron que éste no debía ni tenía el derecho a gobernar con tales porcentajes, aunque frente a la división de la derecha fue el partido más votado por los electores.

Hoy que se gobierna con más del 50% de los votos, tampoco se le concede legitimidad, sobre todo por la élite política estadounidense, para quien los únicos sandinistas buenos son los sandinistas derrotados o arrepentidos de haber osado hacer la revolución en el patio trasero del imperio. e) Alianza con las iglesias católicas y evangélicas Hoy en día, el Frente Sandinista gobierna con la aquiescencia de gran parte de los líderes de la iglesia católica y la mayor parte de las iglesias evangélica, pero sobre todo con la mayor parte de aquellas feligresías. Precisamente, el lema principal del gobierno sandinista llamado de reconciliación y unidad nacional, cristianismo, socialismo y solidaridad, con tanto éxito que puede decirse que los líderes nacionales, sobre todo la actual candidata para vicepresidenta por el Frente Sandinista para las elecciones de noviembre próximo, Rosario Murillo, comparte ventajosamente la delegación de la Palabra, con los líderes de la iglesia católica.

  1. f) Alianza con el empresariado y los productores en general Quizás la alianza más sobresaliente sea la alianza con el sector privado, es decir, con las principales cámaras empresariales del país, incluyendo el capital extranjero, quien goza de toda la herencia neoliberal dejada por los gobiernos restauradores. El argumento y la necesidad son muy sencilla, el gobierno sandinista, los pequeños y medianos productores, incluso los medianos empresarios nicaragüenses, ya no digamos el presupuesto del gobierno, son totalmente precarios en capital. Capital que se necesita para establecer las condiciones generales de la producción (infraestructura física y social), pero sobre todo para emplear aunque sea a una minoría (menos del 30%) de lo que podrían ser los asalariados públicos y privados de la PEA.

Dicho sea de paso, los pequeños y medianos productores en Nicaragua, son los que garantizan la alimentación, la ocupación y las principales divisas netas del país. Nicaragua, sigue siendo un país dependiente y casi rehén de la cooperación internacional y de sus principales organismos multilaterales. Si no fuera por las remesas familiares y por el turismo, aquí no habría casi ninguna otra divisa líquida que no fuese la inversión extranjera y la cooperación (donaciones y préstamos) internacional. g) Alianza con los gobiernos latinoamericanos . Pero no todas las alianzas están comprometidas con los mismos adversarios políticos y económicos, sino que la política de alianzas más firme descansa en las relaciones y acuerdos con los países bolivarianos. Lo primero que hizo el Frente Sandinista al llegar de nuevo al gobierno fue diversificar los mercados con los países sudamericanos, especialmente con Venezuela, así como los países centroamericanos, lo que ha permitido espacios para la exportación. Aunque no todos los gobiernos del centro y sur de América son gobiernos de izquierda, pero gracias al movimiento bolivariano, se han podido acercar posiciones con todos los países latinoamericanos. Tampoco esto quiere decir que todas las relaciones con los países otrora gobernados por la izquierda tienen las mejores credenciales para apoyar a un país tan pequeño y empobrecido como Nicaragua.

Quizás el mejor ejemplo que podemos citar al respecto sea la relación con la empresa privada brasileña, principal carta de presentación de los gobiernos izquierdistas de Brasil.

  1. h) Alianza con los países adversarios de Estados Unidos Otra de las alianzas emprendidas a nivel internacional, es la alianza con algunos adversarios políticos de Estados Unidos, como Irán, la Federación Rusa o China, aunque también con otros socios competitivos de la economía norteamericana como Taiwán y Corea del Sur. Entre las alianzas con China, destaca la firma de un tratado para que aquel país construya con su propio capital un Canal Interoceánico y que Nicaragua comenzará a recuperar desde la posesión de un 10% hasta el 100%, una vez amortizada la inversión.
  2. i) Alianza con Estados Unidos En todo caso, las principales relaciones comerciales que ha tenido y tiene Nicaragua, es la propia economía de Estados Unidos, con cuyas empresas se mantienen buenas, aunque desventajosas relaciones comerciales. Pero fuera de las relaciones comerciales, el gobierno de Nicaragua quizás sea el mejor socio centroamericano para combatir el narcotráfico, a pesar de tener un presupuesto raquítico y mucho menor que el que tiene el resto de países centroamericanos mimados por Estados Unidos.

6) Las políticas públicas Las alianzas son importantes para disputar hegemonía, concretamente para disputar las instituciones públicas. Y quizás la primera lección de esta batalla es el manejo del discurso público, no solamente para los sandinistas convencidos, sino sobre todo para los no sandinistas, incluso para los antisandinistas. Tener un discurso exitoso para los sandinistas no ha sido tan difícil, como tener un discurso exitoso para quienes no comulgan con la propuesta de nación del Frente Sandinista. En este sentido, para un partido en el gobierno no es despreciable presentarse ante el pueblo y a una contienda electoral bajo una coalición de diversas fuerzas, no necesariamente sandinistas, cosa que el FSLN viene haciendo desde que entró a disputar el gobierno por los votos, después de la primera derrota electoral. No siempre las propias fuerzas son suficientes para ganar elecciones presidenciales, parlamentarias o municipales. Pero quizás lo que más importa para ganare la confianza de la población sean las políticas públicas para mejorar las condiciones materiales de toda la población. Y cuando digo de toda la población, me estoy refiriendo a todas las clases de un país. El gobierno del Frente Sandinista no es el gobierno de los sandinistas solamente, sino que es el gobierno de toda Nicaragua, incluso de los no sandinistas y hasta de los antisandinistas.

Y en última instancia, todas las clases y sectores tienen intereses propios, siendo permeables a las políticas públicas. No hay duda de que en Nicaragua el apoyo de la mayoría de la población (80%) al modelo económico del presidente Ortega tiene que ver con las obras, más que con las palabras. Las obras, sin importar las motivaciones, son capaces de derribar cualquier convicción, como ha pasado con la opinión pública en Nicaragua. En la política criolla nicaragüense, son innumerables de líderes políticos, ya no digamos de la población, la que sin ser sandinista, están votando por un programa en marcha.

Hasta ahora y en muchas décadas, nunca ha habido un desempeño tan exitoso en Nicaragua como el actual, en medio de las limitaciones y de la herencia neoliberal. Desde el desempeño macroeconómico alabado por todo el mundo, literalmente hablando, hasta las carreteras, caminos de penetración, calles, parques y alumbrado eléctrico para la mayor parte del sector rural que no nunca tuvo energía, así como para los barrios marginales; desde la gratuidad para la salud y educación pública de todo el pueblo, la acometida de agua potable para los lugares más remotos, hasta la capitalización de la llamada economía popular a través de múltiples programas; desde la consecución de mercados externos para los productores y exportadores hasta la concertación del salario mínimo entre gobierno-empresarios-trabajadores; desde el protagonismo juvenil, sobre todo femenino, así como de los líderes de los movimientos sociales, particularmente en los cargos públicos, hasta la restitución de derechos para todas las categorías marginadas; desde la seguridad ciudadana hasta la convivencia pacífica con todas las fuerzas del país, por no citar lo que ha sido comprobado y testimoniado por los organismos internacionales, no siempre simpatizantes del gobierno sandinista, el desempeño público del gobierno le ha granjeado una confianza por un tiempo bastante prolongado.

El gobierno sandinista heredó el segundo país más pobre de América Latina y gracias a la cooperación de Cuba, Venezuela y los organismos internacionales, así como a las políticas públicas, el gobierno sandinista ha logrado aumentar en sus diez años de gobierno un 40% del Producto Interno Bruto, manteniendo un promedio de crecimiento de 4,5%, más del doble de lo que ha existido en toda América Latina, con excepción de Panamá. Lo que le ha permitido aumentar aceleradamente la recaudación fiscal, disminuyendo así la dependencia de los capitales externos, así como disminuir la pobreza extrema. Quiero repetir que dicho esto, no podemos dejar de mencionar y repetir, para ser justos, las divisas netas que provienen de nuestros migrantes en el exterior; el sector más numeroso y generoso de la clase obrera nicaragüense. Y todas estas políticas públicas se han llevado a cabo con el consenso de la mayoría de los sectores, empresariales y populares, más aún con la participación, barrio por barrio, comarca por comarca, de la población organizada.

Por supuesto que nada es suficiente para el país más empobrecido y dentro de un sistema de mercado hegemonizado por el capital, sobre todo por el rapaz y extractivista capital extranjero. Claro que se necesitará de mantener y aumentar este desempeño y mejores rendimientos de una economía cuyas leyes siguen siendo concentradoras y excluyentes. 7. El colapso de las paralelas históricas Después de lo que hemos dicho no podemos dejar de mencionar como una de los acontecimientos políticos que explican en parte la hegemonía política del Frente Sandinista es el colapso de lo que nosotros en Nicaragua llamamos Las Paralelas históricas, refiriéndonos a los partidos liberal y conservador que gobernaron Nicaragua durante los últimos doscientos años, desde la independencia hasta las primeras décadas del siglo XXI. Ya señalamos anteriormente que durante todo el período republicano, la lucha política se presentaba como una lucha dicotómica entre los conservadores y los liberales.

El primero añorando el pasado colonial, el segundo intentando cumplir con las tareas de la revolución liberal: la soberanía nacional, el mercado interno, el sector público, las condiciones generales de la producción (infraestructura física y social), la protección del comercio exterior, entre otras. Los tres últimos esfuerzos por emprender la revolución liberal en Nicaragua fueron la revolución liberal de Zelaya a principios de siglo; revolución defenestrada por la intervención norteamericana. El segundo momento fue la guerra nacional de Sandino expulsando a las tropas yanquis que tenían ocupado el país; pero Sandino fue asesinado y el liberalismo siguió sus cauces por medio de la dictadura militar somocista. La dictadura somocista tiene a su favor haber logrado conformar el Estado liberal, poniendo fin a la desestabilidad política que significaron las guerras entre liberales y conservadores, pero su subordinación política a los gringos y la inconformidad de las fuerzas conservadoras, primero, y la inconformidad político-social de las clases medias urbanas y rurales después, le impidieron mantener la dictadura, la que fue desplazada por la alianza entre conservadores y sandinistas. Pues bien, todas las alianzas anteriores señaladas como parte de una larga estrategia del Frente Sandinista para neutralizar a sus adversarios libero-conservadores, ha servido de paso para debilitar toda opción que no esté respaldada por la defensa de la soberanía nacional. Los vende-patria, como son señalados por Sandino y Daniel Ortega, han venido perdiendo fuerza, cada vez que los Estados Unidos reprimen la soberanía nacional, desgastados y erosionados además por las embestidas soberanas del Frente Sandinista.

Por otro lado, los esfuerzos nacionalistas del Frente Sandinista y su alianza con la recién estrenada burguesía nacional, junto con los extraordinarios avances de los dos últimos gobiernos del Frente Sandinista por resolver los principales y aún pendientes problemas básicos de Nicaragua, junto a una falta de alternativa de las viejas fuerzas políticas conservadoras, han dado al traste con estas últimas. Recordemos que en la mayor parte de América Latina, hace ya muchas lunas que las fuerzas liberales y conservadoras fueron desplazadas por el capital multinacional y las políticas neoliberales. Hoy por hoy, como hemos señalado, las luchas políticas ya no son entre liberales y conservadoras, sino entre la izquierda nacionalista y popular versus la derecha neoliberal y pro imperialista. Las políticas de alianzas emprendidas por el sandinismo han contribuido grandemente a dividir a las fuerzas políticas tradicionales. Hoy en día, los partidos liberales y conservadores no presentan ninguna alternativa para Nicaragua; están no solamente divididos, sino parcelados y disminuidos hasta lo impensable. Las últimas encuestas los registran como una minoría en extinción.

Muchos de sus líderes y funcionarios se han pasado al Frente Sandinista, a través de la Coalición Unida Nicaragua Triunfa. La opinión de muchos ciudadanos no sandinistas expresa que aunque siguen simpatizando con los liberales o conservadores, votan por el Frente Sandinista, debido a las obras observadas por un sector público beligerante, así como por lo decepcionante de sus viejos correligionarios. Las últimas veces que el Frente Sandinista perdió las elecciones lo hizo frente a una derecha unificada. Pero hoy por hoy, la parcelación de los líderes de la derecha y su paso a las filas del liderazgo de Daniel Ortega, han contribuido a debilitarlos hasta más no poder, reduciéndolos a grupúsculos, apenas socorrido por la política exterior del gobierno de los Estados Unidos.

Los partidos políticos de oposición al Frente Sandinista aparecen como retazos del pasado. Es por ello que el panorama actual de la clase política nicaragüense es percibido como un conjunto de grupúsculos. No es por casualidad que algunos analistas nacionales e internacionales perciben al Frente Sandinista como el único partido realmente existente Nicaragua. No es por casualidad que la política exterior de los Estados Unidos ponga sus ojos de nuevo en nuestro país, con el objetivo expreso de desestabilizar al gobierno sandinista. Podemos, pues, afirmar que la única oposición verdadera al Frente Sandinista sean de nuevo los estrategas del imperialismo, encargados de velar por una América Latina, cada vez menos simpatizante de las satrapías del imperio. Itinerario de la revolución latinoamericana Aunque ya lo he señalado anteriormente, vale la pena recordar el itinerario de la revolución latinoamericana, abocada hoy en día a su segunda independencia, esta vez frente a la voluntad de Washington de desestabilizar políticamente a los gobiernos y clases políticas antipáticas a los ojos de los aparatos ideológicos imperiales.

Hacer un recuento del itinerario nos permite combinar la mirada con luces bajas y altas en el difícil caminar hacia la emancipación política, económica y cultural de nuestra llamada segunda independencia. Si observamos a América Latina desde una perspectiva histórica y de lo que ha pasado con los flujos y reflujos de los movimientos de izquierda, ya sean nacionalistas, populares, democráticos o de orientación socialista, podemos divisar tres momentos que pueden orientar la apreciación que se tiene o se debe tener a corto, mediano y largo plazo de la transformación social latinoamericana. a) La eliminación de las dictaduras e invasiones militares Después de la hoy llamada primera independencia a inicios del siglo XIX, América Latina fue gobernada por partidos liberales y conservadores, la mayor de las veces salpicados por invasiones militares extranjeras, golpes de Estado, guerras civiles y dictaduras militares.

El común denominador de estos gobiernos libero-conservadores fue haber sacrificado la soberanía nacional, a través de una servil subordinación a los dictados de Washington y al establecimiento de aparatos militares represivos. Podríamos decir, temiendo equivocarme, que la primera etapa de la revolución latinoamericana ha estado consignada por la eliminación de las dictaduras militares como forma de gobierno, aunque no podemos decir lo mismo de la intervención militar, económica y cultural del gobierno norteamericano sobre las pretensiones soberanas de los países latinoamericanos. Eliminación de las dictaduras militares que se expresa, entre otras cosas, por la legalidad de los partidos de izquierda para luchar legalmente, aunque no con la misma legitimidad concedida a la derecha, por sus programas y banderas de lucha.

  1. b) La lucha por la hegemonía La tradición marxista apuesta a la hegemonía ideológica y política. La hegemonía política, aún dentro de un régimen de mercado capitalista. La hegemonía política, bajo la influencia de Lenin, significa el control de la mayor cantidad de instituciones posibles, especialmente los aparatos políticos y militares, lo que incide grandemente en la forma de gobernar. Además, de la hegemonía política y bajo la influencia de Gramsci se habla de la hegemonía ideológica, lo quiere decir, el control de la orientación intelectual y moral de una sociedad. La lucha por la hegemonía implica una estrategia combinada, donde la opinión pública y los aparatos ideológicos, desde la familia, la escuela, los colegios, las universidades, la academia, las iglesias, los intelectuales y artistas, los medios de comunicación, los discursos y panfletos callejeros, son los principales cuarteles, las principales tropas, las principales municiones para disputar el poder.

En este sentido, es importante que la izquierda tenga un discurso no solamente para las masas o militantes convencidos, sino precisamente para los no convencidos, quienes además suelen ser las mayorías, muchas veces silenciosas. Esto último no ha sido siempre una característica notable de la izquierda, debido a un sectarismo atávico que me imagino nos viene, al menos a nuestra generación, de haber nacido bajo la hegemonía de instituciones maniqueas, cuando no bajo dictaduras militares que no nos dejaban otro espacio para luchar que la clandestinidad o la guerrilla, recetándonos además otro espacio civil que la cárcel y otro tratamiento que la tortura, además de la marginalidad y el complejo de encomendados. A pesar de todo y por primera vez, desde la independencia, la lucha entre los partidos políticos por el control de las instituciones no se lleva a cabo entre liberales y conservadores, sino entre partidos de derecha y partidos de izquierda. Hoy en día, podemos decir que al menos el 40% de la población latinoamericana apoya un cambio social en favor de los desposeídos y marginados, en medio de un sistema capitalista salvaje, empobrecedor y depredador que sigue succionando por diferentes vías los excedentes, en dinero y en materias primas, de los pueblos latinoamericanos.

Los votos son una manera de medir la lucha por la opinión pública, así como la lucha por el control de las instituciones políticas, con avances y retrocesos para la izquierda y la derecha. Hay que recordar que la izquierda, a pesar de las últimas derrotas electorales no ha perdido el cien por ciento de sus simpatizantes, tampoco la derecha ha ganado con el cien por ciento de los votos. Es por ello que observamos, tanto en un gobierno como en otro, controles parciales de los parlamentos y alcaldías, así como una variada influencia en los valores y en las llamadas fuerzas vivas, como pueden ser el empresariado nacional, los pequeños y medianos productores, los trabajadores, las iglesias, los medios de comunicación, en fin, los ámbitos estudiantiles, juveniles o los nuevos movimientos sociales de mujeres o ecologistas.

La izquierda lucha y gobierna en condiciones adversas, pues lo hace en el campo de batalla del mercado y de la hegemonía del capitalismo mundial, por la soberanía nacional y la erradicación del empobrecimiento y de las desigualdades. La derecha lucha por la democracia del mercado en favor del capital, nacional e internacional, sin importarle la suerte de la mayoría de la población. En términos políticos el discurso entre la izquierda y la derecha se define ahora por su inclinación o rechazo a las medidas neoliberales que el imperialismo ha impuesto en los países del mundo entero. Pues bien, hoy por hoy, podemos afirmar que la revolución latinoamericana se encuentra, como señalamos, en la segunda fase, la de disputar la hegemonía de la opinión pública y el control a través de los votos de las instituciones públicas, con el objetivo de implementar políticas económicas y sociales que permitan al menos paliar las principales contradicciones del sistema capitalista y su efecto en el bienestar de la población.

La desfavorable correlación de fuerzas que aludimos en el párrafo anterior se manifiesta en las contradicciones en que permanece la izquierda cuando gobierna, pues está obligado a administrar una economía capitalista que tiene sus propias leyes, las que no pueden cambiarse como se cambian las leyes en el parlamento: la ley del mercado y de los capitales es mucho mayor que todas las leyes aprobadas en los parlamentos latinoamericanos para intentar cambiar el mundo. El otro punto desfavorable para la izquierda en esta fase es la correlación de fuerzas a nivel mundial, donde se tranzan las operaciones económicas y que afecta directamente el desempeño de cualquier economía nacional.

En esta fase no es que la derecha la tiene fácil, pues arrastra los desastres experimentados por la población generado por el ejercicio de las políticas neoliberales, con lo cual ha perdido gran parte de sus votos de antaño; en un momento en que ya no puede blandir fácilmente la bandera de la democracia y de su ventajosa legitimidad en dicho campo. Todo lo contrario, en estos momentos, el desempeño de la derecha nacional e internacional está siendo seriamente cuestionado, pues no ha perdido la maña de recurrir a golpes de Estado y a sus aliados metropolitanos para enderezar una opinión pública bastante cuestionada y disputada internamente.

  1. c) La toma de la economía por los sectores populares La tercera y definitiva etapa ya no es el nacionalismo burgués de antaño, pues las corporaciones transnacionales han venido desplazando a las burguesías locales. Tal como están las cosas, la única salida que tiene la gente, además de migrar o empobrecerse, es hacerse cargo de su propia sobrevivencia, pues el desempleo del capitalismo apenas llega a integrar a un tercio de la población. No es por casualidad que en la mayoría de los países latinoamericanos, la mayor parte de los trabajadores, sean trabajadores por cuenta propia, donde millones de pequeños y medianos productores trabajan no para enriquecerse sino para sobrevivir. Estamos hablando de familias campesinas, productores rurales, pescadores, comerciantes, cooperativas de ahorro y crédito, artesanos, microempresas manufacturadas, amén de un sinnúmero de negocios domésticos. Pequeños productores y economía doméstica que en gran parte se apoyan con las remesas familiares enviadas por sus parientes desde el exterior.

Esta etapa ya comenzó, pero su desarrollo y consolidación no es cosa de décadas, sino de quinquenios, a pesar de que desde ahora se pueden observar los progresos en términos del peso que tiene la economía popular en la economía nacional, ese sector que yo he llamado economía popular encaminada hacia una economía cada vez más asociativa, es decir, una economía social, tanto por el peso socioeconómico del sector público, como por el peso de los marginados en la producción de alimentos, auto-ocupación y divisas. Definitivamente e independientemente del desempeño de los países socialistas y de la vía capitalista escogida por algunos países excomunistas, los sectores populares tienen cada vez mayor importancia para cualquier economía. Por otro lado, definitivamente, el capitalismo y sus viejas y nuevas contradicciones, no aparece como solución ni siquiera para los propios empresarios (pequeños, medianos y grandes) que quiebran por millones, después de cada crisis financiera que sufre cíclicamente dicho sistema.

Con este artículo siento zanjada en gran parte la pregunta que nos hicieran los compañeros y compa- ñeras latinoamericanos en la última sesión del Foro de Sao Paulo. Por supuesto que tanto ellos como nosotros, así como cualquier nicaragüense tiene la palabra para despejar la interrogante o como decían ellos, el secreto o la fórmula, del caso nicaragüense, donde en vez de perder gana popularidad, a diferencia de otros países latinoamericanos. Aunque no podríamos decir lo mismo de la élite ideológica del gobierno de Estados Unidos, decididos testarudamente en desestabilizar a todos los gobiernos de izquierda, incluyendo al gobierno de Nicaragua.

 

 

Publicado en Revista Correo, Septiembre-octubre 2016. Managua,Nicaragua

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